Sobre cómo salir de casa, siendo mujer

Reseña de Una casa que no existe, de Carla Valdivia (Vallejo & Co., 2022)1

Alexandra Hibbett (Pontificia Universidad Católica del Perú)



Carla Valdivia. Foto: Carla Valdivia.

Una casa que no existe es un poemario sobre dejar el hogar de la infancia. Sus tres partes (“Una crece en una casa”, “Una casa crece dentro de mí” y “Una casa que no existe”) evocan una narrativa cuyo final es la emergencia de una mujer joven del siglo XXI, una que vive fuera del marco de la familia y sus roles tradicionales de género.

No es simple esta salida, pues se trata de dejar una casa que nunca fue lo que se supone que debió ser: un lugar de resguardo, de amor, de seguridad. Así, la casa de la infancia es una casa que existe y a la vez no, como sugiere esa palabra tachada del título. Imágenes domésticas, cotidianas, de pronto se vuelven ominosas, violentas:

Hay cosas a las que no sobreviví y no me había dado cuenta.
Yo miraba el remolino de leche caliente.
¿Vas a meter la cabeza o qué?
Mi abuela dejó de darle vueltas a la olla.
Sacó la cuchara de madera y me apuntó con el mango.
Me disparó aquí. (20-21)



“Si una casa no supone seguridad sino
antagonismo, violencia, abandono, soledad
y precariedad, entonces ¿cómo dejarla?”.




En efecto, la primera parte del poemario es un intento de elaboración de una infancia difícil, como para cortar con ese pasado: “Es difícil recordar las veces que fui feliz. / Apenas siento en mi lengua el sabor dulce de la chancaca” (25). La figura de la madre merodea en esta primera parte, una madre fallida, que no la cuidó bien:

Nuestra madre solo fue coincidencia.
Un día se olvidó de nosotros.
Teníamos hambre.
Raspábamos edificios con la mirada.
Aullábamos doblando las esquinas. (12)

Si una casa no supone seguridad sino antagonismo, violencia, abandono, soledad y precariedad, entonces ¿cómo dejarla? ¿Qué distingue estar en la casa de estar fuera de ella?

La segunda parte del poemario figura la salida de la casa como una historia de migración y retorno. Los poemas se ubican en Venecia, Múnich, Roma, y de pronto, la Plaza San Martín. De esta manera, salir de casa supone una huida y una vida itinerante, sin hogar. La vuelta al Perú no es una vuelta a un estado anterior:

Cierro con fuerza mis ojos y me respondo.
No estás en casa,
nunca más.
Porque a casa jamás se regresa. (30)



“El poemario parece preguntarse qué implica
existir, ser, como una mujer fuera de
la casa, que vive para sí misma”.




Queda claro que salir de esa casa implica hacer un corte entre un antes y un después: salir de un tiempo cíclico, trazar una línea de tiempo en donde el futuro sea distinto del pasado. Quizá el corte definitivo con ese pasado surge al final de la segunda parte, cuando, pese a que “Hay quienes dicen ya es tiempo de tener un hijo” (47, cursivas originales), la voz poética se enfrenta, en un poema durísimo, con su decisión de no ser a su vez madre:

Nunca voy a besarte los pies. Tan chiquitos.
No tendré el miedo indomable de verte partir primero.
No existirán las mordeduras en mis tetas.
Nunca habré besado una espalda tan suave.
La más suave.
Nunca. (48)

El sujeto poético rechaza esa posibilidad, esa ‘casa’ que crecía dentro suyo. Al asociar la imagen de hije con la de la casa, se insinúa cómo amenaza con hacer que la historia se repita, hacer que la mujer vuelva al modelo de la familia tradicional y a su lugar designado dentro de ella. Al afirmar su deseo de no ser madre, rompe entonces con su historia de origen: ¿la historia, quizá, de la hija de una madre que no había querido serlo? “¿Me quiere mi mamá?”, se había preguntado la voz poética en un momento (21).

En su tercera parte, el poemario parece preguntarse qué implica existir, ser, como una mujer fuera de la casa, que vive para sí misma –ni como hija, ni como madre–. 

Y ser
en ese espacio que se instala en todo lo que no he sido antes. (31)

¿Cómo comenzar a ser sujeto, a escuchar y a seguir el deseo propio -algo que a muchas mujeres nunca se nos enseñó a hacer y que más bien siempre se nos ha criticado-? Tal comienzo no es un comenzar limpio, sino un recomenzar tras el quiebre de muchas expectativas, de muchas narrativas que han resultado insostenibles para el sujeto. Como dice el primer poema, el esfuerzo que encarna este poemario es el de

Empezar por el final,
siempre.
Desde el haber nacido muerto
para dedicarse a vivir y luego,
muerto otra vez
herido otra vez
roto, miles de veces,
desmemoriado y con memoria de elefante:
empezar. (7)



“Esta actitud de estar más allá de
las fronteras, parece abrir al sujeto
a un nuevo tipo de goce”.




Esa nueva etapa del yo poético -la tercera sección del libro- es la menos clara del poemario. ¿A dónde llega este sujeto? Surgen imágenes que tienen que ver con el rechazo de las fronteras, incluso las del cuerpo:

Soy un sueño
donde “frontera” es una palabra muerta.
Donde los cuerpos confunden su pertenencia. (51)

Si la casa es la frontera original, salir de ella para este yo poético significa no solo superar ese límite, sino dejar de respetar las fronteras en general; vivir en una especie de indeterminación, y en una nueva relación con el cuerpo:

Huiré del cuerpo que me sostiene
para anunciarme sobre una línea menos precisa. (60)

Esta actitud de estar más allá de las fronteras, parece abrir al sujeto a un nuevo tipo de vida, un nuevo tipo de goce:

y qué será todo esto
oh
maravilla del mundo
oh
mis límites mis bordes
oh (38)

El sujeto afirma entonces, en lugar de un deseo de maternidad, una voluntad de ser “caricia / nueva y salvaje” (47), es decir, de encontrar otra manera de amar y de ser sexual, fuera del marco de la familia y de la maternidad.

La poesía no funciona aquí para ‘representar’ este proceso; más bien sentimos que se logra a través del esfuerzo del yo poético por expresarse y darse una nueva forma, sin límites ni fronteras preestablecidas, a través del lenguaje. Es el lenguaje poético que le permite tachar ese ‘no’ del título, rechazar las divisiones, erigirse como una “caricia / nueva” (47) y declarar, en un final abrupto, que ha roto definitivamente con su pasado: “Lo siento. / No es necesario repetir la historia más veces.” (61)



Una casa que no existe, publicado por Vallejo & Co.
Foto: Alexandra Hibbett.






1 Pueden encontrar 5 poemas del libro aquí.
revista de estudiantes de la maestría en estudios culturales pucp

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